jueves, 14 de julio de 2011

La infancia

Juegan sin parar. No pueden vivir la una sin la otra, su mayor preocupación es que la “profe” les riña. Pasan las tardes en la calle, riendo… jugando a papás y mamás o al escondite. Las vacaciones son eternas y les encanta ir a la piscina de la que prácticamente son las dueñas. Suelen inventar mentiras piadosas que les cuentan a las demás para sentirse superiores. Siempre se sienten acompañadas, pues saben que se tienen mutuamente. Ponen música y bailan y cantan delante del televisor apagado, que hace de espejo. El tiempo va pasando, van creciendo… las cosas van cambiando. Ya no son aquellas niñas felices. Ahora todo se antepone a esa amistad. Es hora de que cada una siga su camino. Discusiones, sollozos, distancia. Cada una hizo su vida, tuvieron sus amores, desamores, nuevas amistades, estudios. Pero nunca olvidaron esos trece años de verdadera amistad que tuvieron… y que saben que no volverán a sentir nunca más. Si una lloraba, lo hacían las dos… ¿cómo olvidar esas tardes de ataques de risas? Las casas de las barbies hechas con cintas de vídeo y las tardes en el campo jugando a los “clips” rotos y con las bicis heredadas. Familias y casas compartidas. Muchos años después esas dos niñas son mujeres, que se cruzan por casualidad… un simple hola, un rápido adiós. Y, sin darse cuenta, trece años de sus vidas pasan por su memoria, sobrecogiéndolas el corazón. Cuando se dan cuenta están separada, en mitad de la calle, solas...Tienen una triste sonrisa pintada y una lágrima resbala sobre sus caras

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